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A LA FAMILIA NO SE LE PERDONA TODO

Actualizado: 21 jun 2023

No me considero la mujer perfecta, pero he empezado a amarme, valorarme y saber que soy capaz de muchas cosas. Me decidí a dar el primer paso por mi hijo, pero ahora estoy generando el cambio por mí, para estar bien con los demás, debo estar bien yo, y aunque no hace mucho una mujer que amo, pero que también me ha hecho mucho daño, me dijo: “entiende que no puedes cambiar el mundo…”, creo que puedo empezar por cambiar yo, romper ciclos destructivos y ser feliz.



¿Por qué empecé de esta manera mi artículo?


Bien, mi familia está conformada principalmente de mujeres, pero crecí en un ambiente muy machista. Me enseñaron que usar faldas y vestidos era de chicas fáciles, que no es correcto, que el que mis amigos me visiten en mi casa esta mal porque le doy de que hablar a las personas, que por ser mujer hay muchas cosas que no podía hacer, y realmente me hicieron una inútil para la vida.


Muchas veces quise escapar de ese ciclo, pero pensar diferente era como un pecado en mi familia, y mientras más fui creciendo, se volvió evidente era yo que era la oveja negra de la familia. Aún tengo enormes peleas por defender mis ideales, por mi forma de pensar, por no dejarme y por la manera en que educo a mi hijo.


Yo siempre creí que la violencia eran solo golpes y el maltrato, es decir solo si me hacían feo, pero con el paso de los años, comprendí que hay muchas formas de dañar, y me duele en el alma escribir esto, bueno más que dolor es culpa. Porque siempre que quiero desahogar lo que siento, me han dicho que soy malagradecida, exagerada y que solo veo lo malo. Claro que hicieron muchas cosas buenas por mí, pero también sé que la relación más tóxica que he tenido es con mi madre.


Y está vez, quiero contar cómo me sentí al momento de convertirme en madre y ver cómo intentaba controlar mi maternidad.


¿Qué pasó?

Cuando tenía 22 años, me embaracé de un niño al que amo con todo mi corazón, sin embargo, aunque mi familia “me apoyo” no fui capaz de liberarme de comentarios que, hasta la fecha aún me duelen. Todos siempre tuvieron expectativas muy altas en mí, y eso hizo que yo sintiera que embarazarme era fallar, que estaba mal ejercer mi sexualidad y que era una cualquiera por tener una vida sexual con mi pareja.


Por motivos de salud y por no tener el valor suficiente, la mayor parte de mi embarazo la pasé en casa de mi mamá. Siempre tuve el apoyo de mi esposo, jamás me dejó sola e incluso me ofreció irme a vivir con él, pero me daba miedo, pues mi mamá siempre me hizo sentir que estaba mal y que no lo íbamos a lograr.


Fue un periodo difícil, mucho sube y baja de emociones. Sentirme observada, controlada y estresada. Aunque mi esposo me daba dinero, me tocaba escuchar ciertos comentarios por la comida. Era una sensación rara, si me iba, estaba mal, pero si me quedaba todo el tiempo era que me echarán en cara lo que hacían por mí y debía soportarlo porque si no era una mala agradecida.


Los días que podía irme a casa de mi esposo, yo me sentía libre, me sentía feliz. Y esperaba con ansias que naciera mi hijo porque, he de reconocer por primera vez, que, hasta cierto punto, llegué a verlo como mi llave de salida de mi casa. Pero no fue así.


Al nacer mi hijo, no supe que pasaba, yo estaba feliz pero mi mamá me dijo que debía irme con ella porque yo sola no iba a poder con el niño, que no fuera necia, que era por el bien del niño. Quizás se burlen o me juzguen por no haber tenido el valor de decir basta, pero vivir así, es como cuando estás con una pareja que te violenta, aunque sabes que está mal y quieres salir de ahí, es muy difícil. Porque, en mi experiencia, nunca me golpearon, pero el daño psicológico era tanto que siempre, hasta la fecha, me sentía culpable por querer ser feliz, estaba programada a qué tenía que obedecer a mi mamá ciegamente, porque era mi madre y ella sabía lo que hacía.


A los tres días, yo lloré por qué tuve que irme con mi mamá, ella me decía que, porque lloraba, y es que yo no me sentía feliz (pero no podría decirlo).


El tiempo comenzó a pasar, y aunque yo era la mamá de Antonio (usaremos ese nombre para él), siempre me hacían de lado, yo no tenía ni voz ni voto en las decisiones de Antonio. Comencé a deprimirme (años después me enteré que podía ser depresión posparto), no podía decirle a nadie porque cuando intentaba expresar algo referente a mis emociones recibía la respuesta: eres una exagerada, debes estar bien para cuidar a tu hijo.


Esto se vio reflejado también en la vez Antonio se enfermó, mi esposo no estaba y le pedí prestado a mi mamá y ella me dijo que no era su responsabilidad, tenía razón, pero no le estaba pidiendo regalado, le pedí prestado. La situación paso y al pagarle, me dijo que era una exagerada. Y así muchos detalles. Posterior a eso, cada vez era más difícil, me criticaba el cómo vestirlo, cómo dormirlo, que darle de comer, cada cuánto darle de comer, que hacer si lloraba… en fin, estaba en su casa, y no podía opinar. No me daba seguridad ni confianza, y si yo opinaba estaba mal.


No solo controlaba mi maternidad, también la relación con mi esposo se estaba viendo afectada, pues él estaba cansado de tener que pedir permiso hasta de cargar a su propio hijo, ya que cuando iba no dejaban de vigilar hasta su respiración.


Cuando por fin m arme de valor para irme a vivir con él, constantemente recibía visitas de mi mamá, quién se encargaba de juzgar mi casa y como vivía. A los pocos meses, me separé de mi esposo, ya que todos los problemas nos rebasaron. Y tuve que volver con mi mamá, yo no quería, de hecho, aunque en ese momento era infeliz con mi esposo, prefería eso a volver a casa de mamá. Pero pues tuve hacerlo.


Pasaron dos meses y decidimos darnos otra oportunidad. Finalmente, poco más de un año después, nos casamos, pero nuevamente, durante mi boda, se encargaron de hacerme comentarios sobre que “hice las cosas mal, pero ya que”.


Pasaron años, y aunque jamás le negué ver a su nieto, ya que es su adoración, comencé a poner altos. Lo cual ha hecho más dura y fría mi relación con mi madre.


Han pasado 6 años, y por vueltas de la vida ahora vivimos con ella, yo estoy en terapia, pero constantemente continúa la pelea con ella. Tenemos una guerra de poder, pues yo defiendo cómo león a mi hijo y no dejo que interfiera en mi maternidad.


HOY ME DOY CUENTA QUE


Muchas veces pensamos que la violencia es solo física, que a la familiar todo se le debe perdonar, pero no es así. Con mi madre tengo muchas historias, muchas felices, pero también que duelen. Aún me siento culpable al redactar esto, y cuando hablo así o expreso mi sentir me siento una basura, pero sé que me hizo mucho daño psicológico, no nacemos sabiendo ser padres, pero no quiero repetir la historia con mi hijo. No quiero que el crezca entre gritos, o que me tenga miedo. Me atreví a dar un gran paso para generar el cambio, aunque mi mamá diga que no podré, sé que sí.


Sé que no soy la única, Y que a muchas mujeres en su propia casa les cortan las alas, con frases como: no eres nada sin mí, tú no puedes, tú no sabes, yo decido, etc. Y peor, que cuando quieres salir del ciclo, las hacen sentir mal y culpables, y es muy difícil salir de ahí por es tu sangre y te insertan el chip de que es tu obligación estar, aunque seas infeliz por qué es la familia que te toco.


Hoy te digo a ti que me lees, que NO ES CIERTO, yo y tú y todas, podemos hacerlo, nosotras somos las únicas con derecho a decidir, somos las autoras de nuestra propia historia, podemos cerrar ciclos. Si quieres usar esa falda póntela, si quieres opinar, no te calles.

Una frase que me dijo mi psicóloga me ayudó mucho: “no somos responsables de lo que hicieron con nosotros, pero si somos responsables de que hacemos con lo que hicieron de nosotros.”

No estás sola, yo creo en ti, yo sé que puedes, eres fuerte, aunque sea difícil vas a lograrlo. Son palabras que nunca escuché de mi madre y quizás nunca las escuché, pero se las digo con valor y con amor a todas aquellas que lo necesiten.


ANÓNIMA

Autora | Mujer que inspira

"Hoy te damos voz"

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