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Foto del escritorCynthia Carmín

UN MOUNSTRO DISFRAZADO DE TAXISTA

Actualizado: 21 jun 2023

"El acoso sucedió cuando yo tenía 21 años, estaba en Pachuca (Real del Monte para ser precisos), y yo solo estaba intentando llegar a mi destino: mis clases de Danza."

Antes de empezar, es importante mencionar que esto fue durante mi primer año aquí en México y sabía muy poco español. Había logrado entrar al Instituto de Artes UAEH para estudiar danza y las rutas y combis aun eran algo bastante nuevo para mí. Para llegar a tiempo a mis clases, debía salir de la casa a las 5:30 o 6 a.m., y debido a que no había cambiadores dentro de la escuela, siempre viajaba desde Pachuca a Real del Monte con mi leotardo negro de manga corta, una falda negra plisada y abajo mis medias de danza. De esta manera, solo llegaba a estirar y empezar las clases; yo iba vestida con un leotardo, medias rosas enrolladas al tobillo, falda negra plisada y unas chanclas negras de playa. Algo muy similar a esto:

Esto era algo que usaba todos los días porque en mi mente, era muy práctico y no tendría que intentar cambiarme en los baños de la escuela (mismos que eran muy pequeños), simplemente me quitaba la falda y las chanclas y me ponía mis zapatos de ballet. Sin embargo, esto cambio cuando en una de esas mañanas, me quedé dormida en el transporte público y me tuve que bajar en otro lugar de Real del Monte que no conocía.


Me entro el pánico ya que no sabía dónde estaba ni cómo llegar a mi parada normal, y por pena, no le había preguntado nada al chofer de la combi, simplemente me había bajado como si esa hubiera sido mi parada original, y cabe destacar que, la luz del día apenas iba iluminando las calles. Yo buscaba a alguien a quien pudiera preguntarle por direcciones, ya que no tenía datos en mi teléfono para usar Google Maps.


En eso, se detiene un taxi, me pita y me dice “¿necesitas que te lleve?”. Para esto yo solo había llevado lo suficiente para una comida y mis pasajes, por lo que pregunte, “¿Cuánto seria al Instituto de Artes?, y el señor ya viejo y con canas me dijo “no te cobrare mucho, tu solo sube. No te preocupes”. Al oír eso a mí me entro gratitud porque yo pensé que realmente me había visto perdida y de paso había notado que seguramente no tenía el dinero. Pensé que el señor estaba siendo amable, pero a mí me daba pena porque de los pasajes vivía el, de eso comía y para que no le pagara la cuota, pues no se me hacía justo. Entonces, tras pensarlo por unos momentos, le dije que no me iba a alcanzar pero que muchas gracias.


Yo me alejé y seguí caminando en búsqueda del camino correcto. Noté que el señor seguía siguiéndome de manera lenta en el taxi, y pensé, bueno, busca otra persona a quien dar pasaje. Ese es su trabajo. En eso nuevamente me grita, “Súbete, yo te llevo y no te cobro mucho.” Su tono de voz era una de burla y esto por alguna razón me empezó a dar mala vibra. Le dije nuevamente, “no gracias” y seguí caminando. Iba debatiendo entre mí, igual llegando a la escuela le digo al taxista que me espere tantito y le pido a una compañera que me preste para a completar el pasaje. Pero, en eso me percate que aún me seguía lentamente y que ya habían pasado otros chavos caminando a los que no intento recoger.


Esto me empezó a dar mala espina y después de unas cuadras, ya tenía por seguro que él no era un taxista en búsqueda de un pasajero sino un monstro depravado acosando a una mujer. A las 2 cuadras me empezó a decir cosas como “no te cobrare mucho,” “ni te costara tanto,” “no te quitare nada que no quieras o tengas”, “llegaras feliz a tu destino” y cosas similares que me hacían sentir cada vez más mal, sentí lágrimas en los ojos porque era mi propia culpa. Yo me quedé dormida en el camión, yo me había pasado de mi parada, yo no me sentía cómoda hablando español, yo tenía ropa muy reveladora (¡aunque no se me veía nada!), yo me vine a México sin saber mucho del idioma. YO, YO, YO. Y yo, por andar maldiciéndome en mi mente, me había metido a un callejón sin salida sin darme cuenta, con ese señor aun atrás de mí.


Supongo que de esto él también se había percatado porque se bajó del coche y me dijo “vente ya sube.” En cuanto él dio un paso hacia mí, yo corrí en el sentido opuesto al que iba y note la calle principal nuevamente, al llegar casi a la esquina mis chanclas dieron sus últimas y la parte de en medio que separa el dedo gordo de los demás se rompió, causando que yo fuera volando al suelo. Cuando caí en reflejó volteé y el señor estaba avanzando hacia mí. Por suerte, una señora y su esposo habían visto mi caída y empezaron a ayudarme. El taxista, al ver que ya no estaba sola, empezó a retroceder hacia su coche y se subió. Salió del callejón en reversa y al pasarnos, solo se me quedo viendo. Se le notaba una cara de frustración que me dejo muy poco a la imaginación lo que hubiera pasado si me hubiera subido al taxi. Fue gracias a la ayuda de la pareja que me auxilio que no pasó nada. Me quede con ellos por unas cuantas cuadras por miedo de toparme al taxista de nuevo, y fue gracias a ellos que logre encontrar el camino correcto a mis clases ese día.


¿Y YO QUÉ?

A partir de ese día en adelante, empecé a ponerme tenis en vez de mis chanclas, a usar pantalón arriba de las medias de ballet, a optar por empezar clase tarde por cambiarme en la escuela.


Para los que me conocen dirán, bueno, ya no haces danza, ya no usas esa ropa, ya ni en Pachuca estas. Pues no, pero tampoco se ha ido el pánico y ansiedad que me da al ir a un lugar desconocido y más si voy sola. No se me va el pánico al ir cansada en camión por miedo de quedarme dormida y perderme la parada. Fueron varias veces las que me quedaron moretones en los brazos de que me pellizcaba para quedarme despierta en el trayecto de casa a la escuela y de regreso. Y no se ustedes, pero yo les tengo una desconfianza a los taxistas y me choca mucho cuando pitan una y otra vez indicando que ellos te llevan (más cuando ni estas señalando a un taxi que se detenga), y me da mucha ansiedad subirme a los taxis.


Siempre pienso que me llevaran por una ruta que no es y que no me percatare hasta que sea muy tarde y algo pase. Este pánico y ansiedad solo aumentó más cuando hace unos años empezaron a dar más enfoque a los casos de secuestro por parte de Uber y taxistas. Y es aquí a donde digo que #NiUnaMas debería sentir ese pánico y ansiedad, y menos porque simplemente quieren llegar a sus casas, escuelas, trabajos, etc.


Cynthia Carmín

Autora | Mujer que inspira

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